Escribió en nuestro grupo "Soy de Derecha y qué"
PRESIDENTES DE IZQUIERDA ya los tuvimos en los ’70 y ’80, unos más salvajes (“radicales”) y otros menos (“moderados”), unos militares como Juan J. Torres en Bolivia, Guillermo Rodríguez Lara en Ecuador, y Juan Velazco Alvarado en el Perú, otros civiles como Salvador Allende en Chile, Héctor Cámpora en Argentina, Alan García Pérez en el mismo Perú. Los de mi generación los recordamos. Y desde la Tricontinental de La Habana (1966), tuvimos guerrillas de izquierda, rurales y urbanas, todas salvajes, obviamente. Pero no tuvimos la claridad mental, la decisión o el coraje de fundar partidos políticos liberales clásicos o conservadores, netamente de derechas sin complejos, capaces de dar contención eficaz a todos los comunistas violentos, con reformas radicales y genuinas hacia los mercados y sociedades libres de verdad.
Ante ese vacío, los guerrilleros tomaron el poder, pero con votos. Y a la vuelta de un cuarto de siglo, los socialistas nos gobiernan de nuevo, democráticamente legitimados. Por eso es que estamos igualito como en aquellos años: con inflación, controles de precios y cambios, con estatizaciones, cierres de empresas, escaseces y colas. Dramas que se han vivido antes, y que debieron servirnos para aprender. Hemos retrocedido. Mucha gente piensa que es mejor tener a los guerrilleros en los despachos oficiales que en los montes o en las calles. Al menos ahora no matan, no ponen bombas, no secuestran ni piden rescate, no torturan. Sólo roban y mienten, se reeligen y se burlan de nosotros; aunque nosotros también nos burlamos de ellos, de las barrabasadas que dicen y hacen.
Yo no pienso así. Pero si me preguntan, no sé cuál es preferible de esos dos semejantes males: que un guerrillero le pegue un tiro a un policía, o que fije las “políticas de Estado”, que firme tratados, haga declaraciones y tome decisiones sobre “el rumbo del país”, en nombre de todos nosotros. Y que “reescriba” la Historia Nacional como le venga en gana. Y que siempre según y conforme los dictados de la “corrección política” a la moda, controle todo lo que leemos, oímos y vemos por los medios, y lo que aprenden o no nuestros hijos. Porque este marxismo ya pasó la fase económica y entró en la cultural. Así que, amigos, sinceramente no sé qué es peor, si tener a un criminal de esos poniendo bombas, o redactando leyes y decretos.
